martes, 24 de junio de 2008

Nota de escritor Ensayo - "Ensayando ser escritor"

El proceso de escritura del ensayo fue el último vivido luego de una ardua cursada de producciones literarias, algunas nuevas y desconocidas, y otras habituales pero reformuladas. Sin embargo, en esta ocasión, donde el espíritu del cuerpo del texto es de una tendencia argumentativo, podría decir que es en dónde más cómodo me sentí.
Previas charlas en clase sobre el género, y la lectura de los textos de Calvino y Berger, me embarqué a esta ultima tarea encomendada dentro del marco de “no abrir temas nuevos”, sino cerrar temas ya expuestos. A partir de esa premisa, y teniendo en cuenta la persistente insistencia de la profesora sobre este punto, consideré que la mejor opción, para poder darle un “cierre” a la materia, y relacionar los distintos bloques estudiados, protagonizados cada uno por un género distinto, era buscar hacer un resumen de ellos e intentar unirlos, o no, desde lo conceptual y desde la praxis, exponiendo así sobre la mesa las principales características de cada uno y apoyándome sobre un académico como estandarte representante de ellos.
Dejé para lo último, inconscientemente, la lectura del texto de Flusser, siendo que sería finalmente el que más me podría servir para la producción de mi propio ensayo (por no decir en realidad el único, y quitar así el mínimo mérito que encontré al leer a los otros dos autores, y tomarlos como “referencia” en cuanto a su estructura, siempre en el marco de la heterogeneidad del género). ¿O debería decir tratado? Luego repasar los conceptos vertidos por el autor, me queda una duda sobre eso. En ningún momento previamente lo decidí, sino más bien creo que no concebía directamente hacerlo de la forma más coloquial y pasional con la que Flusser intenta describir al ensayo, separándolo de lo académico del tratado.
Repasando, se puede ver que evite el uso del “yo”, buscando ese “nosotros” del estilo académico, utilicé las citas de otros autores (académicos) para apoyarme en ellos y también así “compartir” el peso de lo sostenido, y buscar un asidero o un consenso en ellos, y centré todo sobre el tema, y no sobre el autor. Sin embargo, de a pasajes creo que se puede advertir un estilo “vivo” y una radicalización de la postura cuando nos acercamos al final del texto, y si bien el tema es “erudito”, siento que tal vez en algún momento pudo haberme empezado a perder en él. Entonces, creo que no puedo coincidir con Flusser en esa división estricta (que reconoce como tal en el final de su texto) y que en mi caso tal vez se tome un poco de ambos, pero esto creo estuvo lejos de ser deliberado. Si bien es cierto que nadie piensa “académicamente”, creo que quienes nos manejamos en ese ámbito estamos bastante cerca de hacerlo, aunque no podría negar que eso es una “pose”, pero creo que en tal caso, esto es por una cuestión consuetudinaria y no artificialmente elegida.
Con el intento de abarcar el tema, me fueron surgiendo dudas más allá de la pregunta inicial que propuse como punta pié inicial del texto, para la cual sólo encontré respuestas parciales pero, dentro de mi parecer, satisfactorias para la consigna propuesta.
De la lectura de “Mirar” de Berger y de “Colección de arena” de Italo Calvino puedo rescatar del primero la coincidencia con una parte de la estructura; comienza también con una pregunta, si se quiere retórica, para la cual va intento hallar respuesta. También intenta evitar el “yo” y reemplazarlo por un nosotros. Sin embargo, fuera de estas cuestiones, no he encontrado en demasía herramientas que me sirvan para la escritura de mi propio ensayo.
Fue una buena experiencia esta escritura al igual que las anteriores, pero tal vez hallé en esta otros espacios que antes no. Igualmente, valoro y ampliamente el aporte que ha hecho la materia a mi proceso y capacidad de escritura, y también de lectura, buscando otras aristas a la hora del análisis.

Ensayo - Recuento de géneros; entre conclusiones y dudas...

Existen tres géneros de escritura con los cuales nos encontramos a menudo en nuestras lecturas cotidianas o habituales, y en los cuales tal vez no nos detenemos mucho a pensar. Sin embargo constituyen el foco de nuestra atención en reiteradas oportunidades, por más que solemos pensarlas como “bloques” independientes unos de otros. Ellos son la entrevista, la crónica, y la narración. Surge entones una pregunta para poder analizar a nivel estructural estos tipos de escritura: ¿tienen algo en común el género entrevista, crónica y narración? ¿Interactúan? ¿Cómo?
Probablemente hace falta un poco más que cursar algunas materias de escritura para darle respuesta a estas preguntas, por eso justamente vamos a dejar que dialoguen los académicos que se han expresado en cuanto a los géneros mencionados, e intentar a partir de allí llegar a una propia conclusión.
Le entrevista, por su parte, como bien define Beatriz Sarlo es “el género de la voz y de la autenticidad”. Es decir, es la pronunciación más directa que puede abarcar las declaraciones, el tipo de escritura que brinda mayor sensación de veracidad justamente por su carácter testimonial directo. Recurriendo a la Real Academia Española, encontramos que la define como “Vista, concurrencia y conferencia de dos o más personas en un lugar determinado, para tratar o resolver un negocio”. Podemos entender como “negocio” muchas cosas para aplicarlo dentro de lo que es el género de escritura en sí, pero vamos a limitarnos a pensarlo como el tema central que convoca a la reunión. En esa definición queda a las claras la veracidad, o lo directo de la entrevista. Ahora bien, ¿es una mera transcripción textual de preguntas y respuestas? Sobre esto tenemos que consultar entonces a Leonor Arfuch, quien sostiene que: “los usos de la entrevista no siempre apuntan a incrementar nuestro conocimiento de los hechos sino, muy frecuentemente, a relacionar dos universos existenciales, lo público y lo privado, en una variedad de cruces, mezclas y superposiciones”. Entonces podemos afirmar que la entrevista no es una mera transcripción de la oralidad de un diálogo, sino que puede cumplir distintas funciones, y que en definitiva, el proceso que deriva en el producto final (la entrevista finalizada en sí), conlleva una serie de acciones que determinan una subjetividad tal (como la edición, distribución, planificación, etc.) que puede cambiar el sentido o el significado de la charla. Por ende, podemos sostener entonces que no se trata de un género limitado, sino que da la posibilidad de utilizarlo en diferentes sentidos u objetivos, por lo que esto constituirá uno de los puntos fundamentales sobre los cuales podemos relacionarlo con otro tipo de textos. Por poseer estas características, es que se lo puede considerar un “género privilegiado”.
“Los géneros son extremadamente heterogéneos”, y “lo que los hace comparables” son (entre otras cosas) “su naturaleza lingüística común”, como bien expresa Arfuch, por lo que comenzamos a abarcar el intento de respuesta a la pregunta inicial con una premisa importante; comparten su esencia. Más allá de esto (fácil de advertir de ante mano), o tal vez a partir de esta cuestión, podemos entender un poco mejor la estrechez entre los géneros, ya que “en el fondo”, estamos hablando de cosas similares, o por lo menos que están interconectadas. La entrevista tiene una versatilidad que normalmente no es valorada como tal, ya que el contexto en el cual se utilice va a ser de extrema importancia, y además puede verse incluida dentro de textos o producciones que son de una naturaleza completamente diferente, como poder ser, por ejemplo, una crónica. Es decir que este género en particular puede encontrarse al servicio o como complemento dentro de otro, aunque a la vez también puede actuar de forma independiente. Encontramos entonces una forma fundamental de interacción aquí, ya que es habitual hallar una estructura de este tipo no sólo en crónicas, sino también inclusive hasta en narraciones (diferenciándolo claro del simple diálogo entre protagonistas). Apoyándonos nuevamente sobre la teoría, se puede decir que “desde una óptica multidisciplinaria, la definición de entrevista como género abordará en primer lugar la situación comunicativa, regida por el intercambio dialógico, sus participantes, su vecindad con la conversación cotidiana, los usos del lenguaje, sus infracciones, lo que de previsible y de imprevisible tiene ese juego intersubjetivo de la verdad” (L. Arfuch), y esto es algo que claramente contempla las facultades de otro tipo de textos.

En una escala imaginaria que fuera de lo real a lo ficticio, podríamos situar a la entrevista como punto extremo en la izquierda (siempre hablando de los tres géneros citados) y a lo ficcional en el polo antagónico, incluyendo dentro de este a los cuentos y otro tipo de producciones siempre enmarcadas dentro de la dimensión narrativa. Como punto intermedio entonces, podríamos colocar a los textos considerados como “no-ficción”, dentro de los cuales el principal protagonista es la crónica. Ésta es tan difícil de definir como cualquier otro género, por su característica en sí de construcción teórica para su estudio; es decir, es algo que el hombre hace para poder diferenciar y estudiar sus escritos, pero es en esencia tan abstracto como cualquier catalogación. Volviendo nuevamente a las fuentes, la Real Academia Española nos expresa en su diccionario, sin aclarar en demasía, lo siguiente: “historia en que se observa el orden de los tiempos; artículo periodístico o información radiofónica o televisiva sobre temas de actualidad”. Esto da nota entonces de la estrechísima relación que mantiene con la narración, ya que esto constituye un alto porcentaje de su naturaleza. Sin embargo, sobre esto nos aclara también Ana María Amar Sánchez que “los relatos de no-ficción (testimoniales) no son simplemente transcripciones de hechos más o menos significativos, por el contrario plantean una cantidad de problemas teóricos debido a la peculiar relación que establecen entre lo real y la ficción, entre lo testimonial y su construcción narrativa”. Esto viene a confirmar entonces una de las facultades del género que lo emparenta con otros; al igual que en la entrevista, desde la concepción en sí, la distribución, el foco, la orientación y hasta la misma selección de temas, se denota una subjetividad tal que condiciona y le da no sólo sentido, sino dirección y tonalidad deseadas para lograr transmitir lo propuesto por el autor. Reafirmando el punto anterior, la autora se explaya diciendo que “los textos ponen en escena una versión con su lógica interna, no son una “repetición” de lo real sino que constituyen otra realidad regida por leyes propias con la que cuestionan la credibilidad de otras versiones”. Dentro de esas disposiciones intencionales que se pueden adoptar, están las que dan como resultado el regular más una faceta que otra dentro del género, y acercarlo así a otros tipos de textos, o hacer decrecer hasta el limite la barrera entre la ficción y la realidad. “Los críticos […] lo consideran un sistema en difícil equilibrio entre lo “periodístico” y “lo literario”; es decir, ven al género como una forma ambigua, mezcla de ficción y testimonio y lo definen como un híbrido, producto de un cruce en el que los procedimientos literarios “mejoran” la condición inicial del material”. Esto que nos expresa Sánchez es otro de los pilares fundamentales para analizar y entender que existen claros puntos de conexión entre los géneros y que además interactúan. Se desprende entonces que la no-ficción, o la crónica toma “prestadas” herramientas o recursos que tal vez sean característicos de otros tipos de textos, por lo que le dan una fisonomía completamente distinta y así poder tener las facultades que antes se expresaron. Este es un punto de interacción claro entre este género y el de narración, ya que justamente un alto porcentaje de la crónica maneja el discurso narrativo para transmitir los sucesos. Todas las demás cuestiones que le dan el toque distintivo a este tipo de producciones, están más relacionado con recursos literarios y límites que se manejan respecto de lo ficcional, que bien podrían aparecer por ejemplo, en un cuento. Sin embargo, en la no-ficción, la situación que hace de punta pie inicial para la producción, es tan real como la intencionalidad que se tiene al usar esas herramientas. Sobre esto también se expresa Wolfe, quien por otra parte “valoriza al género en la medida en que supera o elimina las leyes de objetividad, distancia y neutralidad periodísticas, es decir, cuando recurre a lo que él llama “artificios literarios” como el monólogo interior, los diferentes puntos de vista, etc.”.
Yendo aún más allá en el terreno de acercar a los distintos géneros, y en esa escala imaginaria antes planteada, se expresa Ana María Amar Sánchez uniéndolos de una forma tal vez impensada, pero muy bien fundamentada: “en realidad, la relación entre hecho y ficción ha sido dicotomizada artificialmente olvidando sus raíces comunes; facere – hecho- significa hacer, construir y fingere – de donde surge ficción- es hacer o dar forma; no hay entonces una diferencia sustancial entre ambos, por el contrario, parecen comprender dos actividades que pueden unirse. El vínculo entre hecho y ficción destaca el hacer, la construcción, y diluye la asociación ficción-mentira/hecho-verdad (y la posibilidad de ser contado “tal como fue”): surge así un concepto de ficción que no es ya opuesto al de verdad ni sinónimo de pura invención”. Entonces, logrando estrechar estos dos conceptos, comenzamos a hallar gran parte de la respuesta a la pregunta que desde un principio nos hemos planteado. La versatilidad de los géneros y las habilidades de los autores determinan estos acercamientos incluso entre dos polos siempre considerados insalvablemente antagónicos como ser la realidad y la ficción. “…puede pensarse la ficción, más allá de la dicotomía verdad/mentira, como una construcción: los dos términos funcionan claramente como sinónimos en el caso del género de no-ficción, en la medida en que los textos son el resultado de un trabajo particular sobre un material testimonial: la ficcionalidad es un efecto del modo de narrar”.
Así entonces terminamos de derribar una de las últimas barreras que nos impedían dar una respuesta positiva a nuestro cuestionamiento estructural. Es cuestión entones de recopilar textos leídos, producciones realizadas o simplemente la teoría para poder repasar entonces los puntos de interconexión entre estos géneros. Más allá de sus cuestiones esenciales, como ya se expuso, es muy común y factible encontrar fragmentos de uno dentro de otro, o inclusive los tres mezclados; ya que, por ejemplo, un cuento puede tener sus pasajes crónicos, en los cuales se hace referencia o mención a sucesos que sí son reales (por más que éstos no sean el eje central de la historia), e incluir además diálogos o “entrevistas” de una personaje a otro, o del mismo narrador, ya que, si bien normalmente es alguien alejado, podría llegar a estar en primera persona. Sobre esto, Walter Benjamín nos aclara en su texto que precisamente se llama “El narrador”: “es así que la figura del narrador adquiere su plena corporeidad sólo en aquel que encarne a ambas. “Cuando alguien realiza un viaje, puede contar algo”, reza el dicho popular, imaginando al narrador como alguien que viene de lejos”. Si bien sostiene que igual importancia tiene aquel narrador que no sea el protagonista directo, o testigo fiel de lo transmitido, hace, a través de un “repaso” histórico, una justificación sobre ello.
Se entiende entonces, que la respuesta a la primer pregunta es positiva; respecto a la segunda, también es de las mismas características, y en lo que atañe a la tercera, se han dado posibles casos o puntos de conexión, de los que sin lugar a duda, se podrían enumerar muchísimas más; sin embargo, con los fundamentos citados, se da entidad a las dos respuestas anteriores.

sábado, 21 de junio de 2008

Estructura ensayo

- Textos sobre los que se basa:

Entrevista: “La entrevista, una invención dialógica”, Leonor Arfuch.
Crónica: “El género de no ficción: un campo problemático”, Ana María Amar Sánchez
Narración: “El narrador”, Walter Benjamin.

- Tema:
Los distintos géneros de escritura


- Problema // Pregunta disparadora:

¿Tienen algo en común el género entrevista, crónica, narración?¿interactúan?¿Cómo?

- La idea de la producción del ensayo va a ser intentar buscar los puntos en común (o no) que tienen los géneros que hemos estudiado durante la cursada, divididos en bloques de entregas. Esta última producción va a ser disparada a partir de una pregunta concreta y expresada en el mismo ensayo, para saber si al final del mismo se arriba a una posible respuesta, sea ésta positiva o no, o sólo se generan nuevos cuestionamientos. La intención es analizar esto haciendo dialogar a los tres autores citados, elegidos por género, para intentar arribar a la idea propuesta. Va a tener naturalmente un tono argumentativo que va a estar orientado a intentar demostrar que existen puntos de interconexión entre los distintos tipos de textos, y mostrar posibles interacciones.

lunes, 16 de junio de 2008

Reflexión sobre el género cuento o sobre el discurso narrativo

"Redescubriendo al cuento"

En el contexto de los textos que pueden agruparse dentro del tipo narrativos, en este nuevo bloque que se abordó con la materia, es que siento que descubrí realmente qué es un cuento. Esto no va en desmedro ni de mi infancia ni de mis padres ni de mi educación, ya que ése es tal vez el concepto erróneo que tenía de cuento; lo que experimentamos cuando niños, o simplemente producciones ficcionales a las cuales uno puede ser aficionado. Sin embargo, al encontrarme con rarezas como las de Salinger, con la posibilidad de abordar temas desde un lugar impensado antes por mí, o la realeza y la crudeza de lo expresado por el mismísimo Rodolfo Walsh, es que entendí qué posibilidad da el cuento, por su esencia narrativa.
Es habitual en el lector intentar pensar o imaginarse la relación existente entre el autor y lo escrito, su producción, lo narrado, para saber si nace a partir de la praxis (es decir, de situaciones anteriormente vividas por ellos), una toma de postura, la transmisión de situaciones o sucesos anteriores, o simplemente la descripción de algo concreto que ha acontecido. En referencia a esto, Walter Benjamín se refiere bien en su texto “El narrador”, donde sostiene que “podemos ir más lejos y preguntamos si la relación del narrador con su,material, la vida humana, no es de por sí una relación artesanal. Si sutarea no consiste, precisamente, en elaborar las materias primas de laexperiencia, la propia y la ajena, de forma sólida, útil y única. Se trata deuna elaboración de la cual el proverbio ofrece una primera noción, en lamedida en que lo entendamos como ideograma de una narración. Podríadecirse que los proverbios son ruinas que están en el lugar de viejashistorias, y donde, como la hiedra en la muralla, una moraleja trepa sobreun gesto". De esa naturaleza de texto, de esa lógica discursiva de la narración es que surge el género cuento, y que hace posible que tenga un sinnúmero de facultades que lo hacen tan atractivo.
Si bien a partir de esto pude contemplar con mayor amplitud a este tipo de textos, ratifiqué que si hay algo distinto en el cuento respecto de otros géneros es lo ficcional del mismo; es decir, la capacidad de poder abstraerse de la realidad y desarrollar historias o cuestiones que otras producciones no nos dan la posibilidad. La idea de dar "pase libre a la imaginación" es tan estimulante como heterogéneo y complejo su resultado.
"Cada vez que comienza, uno olvida que el cuento, si su existencia está justificada, lleve en sí ya su forma perfecta y que sólo hay que esperar a que se vislumbre alguna vez en ese comienzo indeciso, su invisible pero tal vez inevitable final". Esto nos expresa Piglia en su “nueva tesis sobre el cuento”, y resume bastante el espíritu del mismo o más bien el estado del autor a la hora de encarar su escritura. Es como soltar algo y que se eche a andar por sí sólo, aunque sabemos que en algún momento, debe caerse; lo que nos atrapa, está en el cómo se cae, es decir, en ese final.
Esto es algo que Piglia da a entender en su texto “Nueva Tesis sobre el cuento”; si un cuento termina mal, probablemente, (como le pareció a la tía de Flannery O`connor) carezca de atracción. Es que "los finales son formas de hallarle sentido a la experiencia".
Sin embargo, los matices recorridos durante todo el transcurso de la producción, considero yo que son los verdaderos productos o reflejos de la capacidad de imaginación y de escritura de un autor. Es decir, lo que el final determina, es probablemente más el tipo de lector (por su reacción) que el tipo de autor, mientras que el desarrollo viceversa. Esto parte de la subjetividad de las interpretaciones que cada uno le dé, y principalmente, qué es lo que cada uno busca a la hora de leer un cuento. Lo que para el autor es el cierre perfecto o tal vez lógico para su historia, es algo para determinado lector no constituye más que una simple desilusión. Se podría decir que un alto porcentaje de los lectores serían entonces "resultadistas", por así decirlo. La excelencia está en el equilibrio entre ambas lecturas.
Lo que a mí me interesa, por ejemplo, es ir entendiendo todos los procesos que se dan en el desarrollo, porque "una historia se puede contar de manera distinta, pero siempre hay un doble movimiento, algo incomprensible que sucede y está oculto". Ese lado oculto, si lo buscamos, nos dará probablemente, la llave para entender el desenlace. Sino probablemente, nos quedaremos entreverados entre historias, que tanto atraen, porque tanto nos confunden...
Ese matiz distinto, ese “lado oculto” al cual Piglia refiere, no es algo aleatorio y casual en el desarrollo de una producción de este tipo. El cuento tiene entre sus herramientas o facultades la posibilidad de estar manejando dos historias a la vez, y de la misma forma además, poder hacer surgir a la segunda de ellas en el momento que el autor considere más propicio en pos de clarificar la historia, o justamente, colaborar con el desenlace, como lo que antes se hacía referencia. A esto se refiere claramente en su “tesis sobre el cuento”este autor que sostiene que “el cuento es un relato que encierra un relato secreto”, y que “trabajar con dos historias quiere decir trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad. Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas”. Sin embargo, esas dos realidades, en principio opuestas, entran en un juego donde se van conjugando el avance en la trama principal, y a la vez un lento y paulatino reflote de una esencia que de modo subyugante se va develando para salir a la superficie del relato, y sumar así para el desenlace final, el cual va a estar dado por una suma de estas dos situaciones; una dada en primera instancia, y otra que el autor maneja según su criterio para el desarrollo de la narración. Como bien expresa Piglia, “El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie”.
Esta es justamente otra de las “ventajas comparativas” que puede tener el cuento respecto de otros tipos de textos, ya que en definitiva el hecho de ocultar circunstancialmente información al lector, (siendo bien usado), es un recurso que en este caso enriquece a las características generales del mismo, y no es visto como una herramienta o alternativa “fácil” como si podría ser considerado en otro tipo de producción literaria.
La clave para poder disfrutar de la lectura de este género es el “escape”, el meterse en una historia, el lograr pensar en nada, y de esa forma, pensar en todo. Al menos, eso siempre espero al leer una historia bien narrada, y propuesta con un sentido, con una intención, por más que sea mínimamente, transmitir una realidad tan pequeña, como su extensión lo sea.

Texto narrativo a partir de consigna de imágen onírica

Manos rojas en el mustang de entresueños

Era un Munstang. No se bien que año, no se bien que modelo, sólo se que mi huida era sobre un mustang negro, algo castigado por la tierra y el polvo, con palanca al volante, y un rugir furioso de esa joya mecánica que lleva ese auto debajo del capot. Era un clásico, de los de cola larga, bien coupé, muy americano.
Mis manos, que sostenían el volante como intentando domar a esa bestia, estaban bañadas en sangre. Un momento, esa sangre no es mía, yo me siento bien. El espejo retrovisor me devuelve una imagen de una cara pálida, aterrada, con la clara expresión de que “algo pasó; algo hice”. La memoria, como es habitual en mí, no ayuda a reconstruir nada de los hechos; sin embargo, solo sé que tengo que acelerar y escapar. ¿De qué? No se, pero escapar. Los espejos laterales no devuelven autos detrás de mí, ni civiles ni policiales. Eso es bueno; eso, ¿es bueno? El sonido ambiente no es mas que el constante rugir del motor, esforzándose por rodar lo más rápido sobre esa carretera.
Bueno, entonces tengo tiempo de pensar: ¿qué pasó? ¿De qué me escapo? ¿Hacia dónde voy? ¿De dónde salió este Mustang negro? Un momento… ¡¿quién soy?!

En ese momento indefectiblemente me despertaba sobresaltado, transpirado y con un desconcierto tal que lo primero que hacía era mirarme las manos, y ver a mi alrededor… la barrera de lo conciente subía y bajaba incesantemente, junto con mis pulsaciones. No era la primera vez que tenía este sueño, y cada una de ellas me despertaba de la misma forma. Una vez superado el momento, decidí no darle mas importancia de lo que realmente se lo merecía el suceso: simplemente un sueño.
Continué con mi vida normal ese día, como cualquier otro, y al igual que las veces anteriores que durante la noche me encontré con esa extraña imagen en sueños. Era verano, no había escuela y el trabajo no existía, ni siquiera estaba en planes. Todo era sólo diversión, distracción, y creatividad para buscar la actividad más recreadora para gastar el tiempo. Y en ese contexto surgió la posibilidad de ir a la quinta de un amigo en las afueras de la ciudad, para simplemente bañarnos en la pileta, jugar al fútbol, y mirar películas; nada más tentador para un verano.
Luego de hacer las compras correspondientes, encaramos el camino que comenzaba subiendo a la autopista y luego recorriendo la ruta que desembocaba a la zona de casas quintas donde se encontraba nuestro destino. Llegamos algo tarde, así que nos instalamos, preparamos algo de comida, y luego sólo restó dormir.
Al día siguiente, el mediodía nos esperaba con el tan mentado y ansiado asado que habíamos estipulado de antemano. Como parte del ritual, era más que lógico también diagramar la introductoria y conocida “picada”, compuesta de fiambres varios y otras variedades de copetín. Comenzamos con la preparatoria y la estratégica diagramación de los ingredientes y la estricta preparación de los mismos; una instancia crucial la constituía el rebanar el salame picado fino; yo preferí no hacerlo, debido a mi escasa habilidad para hacer que queden rodajas finas. Alguien tomó el cuchillo, y comenzó a hacerlo, con el espíritu y la mirada de decir: “ves tarado, es así..”, y cuando menos parecía, por estar mirando hacia otro lado como parte de esa actitud sobradora, se escucha un grito desgarrador y un intenso insulto; instantáneamente, el embutido se cubrió de rojo. Era la sangre de ese dedo que estaba rebanado tan rigurosamente como el salame; la primer falange había desaparecido, y había sido cortada con la misma precisión. La hemorragia no se detenía, a pesar de la presión que estaba haciendo yo mismo sobre la herida. Trapos y repasadores no hacían mas que teñirse ante el increíble sangrado; la situación se había ido de nuestras manos, paradójicamente. Fue ahí cuando decidimos llamar a la ambulancia; bueno, eso quisimos, ya que no existía señal para nuestros teléfonos celulares… En un instante alguien se dio cuenta que cerca existía una sala de primeros auxilios, por lo que para no perder tiempo, me subí al auto para ir a buscar ayuda; la expresión era cada vez más pálida, y la pérdida de sangre increíble. A toda velocidad, salí en busca de los médicos, y ahí repentinamente tuve una intensa sensación de deja vù. Claro: “Mis manos, que sostenían el volante como intentando domar a esa bestia, estaban bañadas en sangre. Un momento, esa sangre no es mía, yo me siento bien. El espejo retrovisor me devuelve una imagen de una cara pálida, aterrada, con la clara expresión de que “algo pasó; algo hice”. No era un mustang, era un falcon también negro, pero era exactamente mi sueño… fue allí cuando la barrera divisora de conciencia e inconciencia nuevamente se volvió confusa. Sin embargo, cerró un círculo. Extrañamente, como presagio, en algún punto sabía que eso iba a suceder. A partir de allí conduje mucho más tranquilo; yo no hice nada, y lo que andaba mal, tenía arreglo. Tal es así que una vez que conseguí ayuda, la hemorragia paró, y luego se pudo reconstruir el dedo accidentado. Y yo, nunca jamás volví a tener ese sueño, que tan recurrentemente venía a mi durante la noche…